viernes, 29 de abril de 2011

Placer irreal

“Está bien, ven a buscarme”. Este mensaje sorprendió a Jesús “me dijo que sí, por fin aceptó” pensó. Después de meses de rogarle a Natalia ella aceptó su invitación a perder el miedo, a arriesgarse con él.

Todo tenía que ser especial, porque ella era realmente especial. Una mujer que parecía inalcanzable, a la que muchas veces le había pedido una oportunidad y ella sin pensarlo había respondido “no”.

La situación sentimental de Natalia lo complicaba todo, su esposo no le permitía respirar, ni siquiera pensar, la presión la hacía sufrir, estaba presa e inconforme, a pesar de que él le daba todo, la llenaba de lujos, detalles y cumplía cada uno de sus caprichos.

Con Jesús se sentía libre, aunque solo compartían algunos mensajes de texto y llamadas cortas. No habían besos, ni caricias, solo la promesa de cumplir esas fantasías en algún momento.

La cena fue perfecta, en una terraza con vista al mar, que esa noche parecía tan tímido como Natalia. “Eres una mujer muy hermosa” le dijo Jesús, y ella cortante le respondió “lo mismo le dirás a todas”. Se fueron dos horas entre risas, historias y cumplidos. Ya el vino estaba causando efectos en los dos.

Entre una cosa y otra, sin que lo esperaran, llegó el primer beso, que los hizo abandonar esa terraza y entrar al departamento que estaba perfecto para la ocasión. Miles de flores, olor a chocolate, luces tenues… algo que ella no esperaba puesto a que llegó al lugar con los ojos vendados.

Siguieron besándose, incluso mientras caminaban hasta la habitación de Jesús. Poco a poco se despojaron de sus ropas, sin separar sus labios ni un segundo, no querían dejar de saborear esos besos prohibidos.

El instinto animal se apoderó de ambos, no había tiempo para ser tiernos. Los besos subieron la intensidad y ya la erección de Jesús estaba en su punto máximo. Natalia no dejaba de jadear, solo de pensar que pronto sería suya… nunca había estado con otro hombre aparte de su esposo.

Jesús recorrió con sus labios el cuerpo de su “inalcanzable” mujer, se embriagaba con su sabor y su dulce olor. Ella temblaba de ganas, pero no se atrevía a pedir más por temor a ser etiquetada como una vagabunda. Cuando él se posó sobre su sexo húmedo bastaron segundos para que Natalia gritara y arqueara su espalda, que explosivo ese orgasmo.

Sin dejar de sentir las contracciones de su reciente orgasmo, Natalia montó a su hombre, y lo cabalgó al compás de sus gemidos, inclinada hacia él para no dejar de besarlo. Jesús estaba sumergido en el placer, ahora los senos de su amada estaban en su boca “eres divina”, con un dedo ella lo silenció “solo disfruta”.

Durante un rato las caderas de Natalia hicieron que Jesús vibrara, hasta que ya no pudo aguantar más y se corrió dentro de ella… nunca había sentido tanto placer.


La luz del sol pegó en su cara. Despertó desnudo y con dolor de cabeza, sin embargo recordaba la perfecta noche que había disfrutado. Volteó para ver a la hermosa flor que le regaló la mejor noche de su vida pero se sorprendió al no encontrarla.

Salió hasta la sala y le pareció que todo estaba diferente. No había flores, ni olor de chocolate, ni botellas de vino. Entonces su celular vibró en la mesa… en la pantalla estaba el nombre de Natalia. Y con lágrimas en los ojos leyó, luego del mensaje que le había enviado para invitarla a cenar “Jesús lo siento, pero hoy tampoco podré verte”

lunes, 25 de abril de 2011

En manos del dolor

Nos gustaba experimentar. En las últimas semanas habíamos probado con el sadomasoquismo y eso nos tenía extasiados. No poníamos límites en nuestros maltratos aunque esto a veces significara lágrimas. Cada vez me sentía más suya.

Esa noche nos atacó el hambre mientras él me llevaba a casa. Me sentía en una hoguera, necesitaba saciarme. Detuvo el auto en una calle sin salida, en medio de la lluvia.

Volteó a verme, vaya que me excitaba esa mirada, yo jadeaba de ganas y los vidrios comenzaban a empañarse. Él sabía que yo quería sexo salvaje y esa noche me daría algo inolvidable.

No mencionó ni una sola palabra, me lancé sobre él y comencé a besarlo con desesperación. Automáticamente sus manos fueron a mi cabello, me jalaba hacia atrás, separándome de sus besos, sin importarle el dolor que pudiera causarme con cada tirón que me diera. Sonreía maliciosamente “el que quiere besar busca la boca, ¿no?”

Nos pasamos al asiento de atrás y ahí comenzó mi tortura. Amarró mis manos con su correa, tan apretadas q las sentía frías. Mordió mis labios con tanta fuerza que me hizo sangrar, eso lo descontroló más. Sus manos tocaban mi cuerpo con desesperación y sus jadeos aumentaban al ver mi cara de sufrimiento, “¿eres mi zorrita?” me preguntaba mientras mordía mis brazos, “soy lo que quieras que sea para ti, pero maltrátame”.


Mis palabras hicieron efecto, desgarró mi ropa dejando sus dedos marcados en mi piel, sentí el miedo subiendo por mi espalda porque nunca había visto tanta crueldad en su mirada, sin embargo quería correr el riesgo, él era mi macho dominante.

Continuó besándome, saboreando la sangre de mis labios, sus dedos pellizcaban mis senos “me duele” le decía entre gemidos, “aguanta, aquí quien decide soy yo”. Sus manos bajaron hasta mi sexo desnudo, ardiendo de ganas por recibirlo, y comenzó a masturbarme con fuerza. Mis gritos lo volvían loco, notaba como se aceleraba su corazón “ya no aguanto más, quiero que me lo metas duro” le suplicaba en medio de gritos.

Sus manos tomaron mi cabello, acercando mi cara a su miembro a punto de explotar y comencé a ahogarme con sus embestidas violentas, me encantaba su sabor y ver su cara de placer, “mírame con tu carita de perra satisfecha, sigue mamando perrita”. Sus palabras me enloquecían.

Sentía que iba a acabar en mi boca, pero no era eso lo que él quería. Me acostó en el asiento y comenzó a rozar mi clítoris con su pene ardiendo “no aguanto más, ya deja de torturarme” alcancé a decir antes de que me silenciara con su mano. Automáticamente después lo sentí atravesándome como una lanza, mi divina tortura. Se movía salvajemente dentro de mí, y mis entrañas sufrían un extraño dolor “¿te gusta cuando te cojo así?”, y yo no tenía fuerzas para responder, solo asentía y veía su rostro borroso. Sus manos fueron hasta mi cuello y comenzaron a apretar, causándome mucho dolor. Mi orgasmo llegaba mientras sentía el hormigueo en la cara, esto no lo había sentido. 

Quise suplicarle que parara, pero era imposible, estaba abandonando mi cuerpo, ya no había vuelta atrás. Finalmente exhalé mi último suspiro.

miércoles, 6 de abril de 2011

Llegaremos hasta donde se pueda llegar



Desperté mareada, pensando en el rico sueño que acababa de tener. Igual que todas las mañanas, revisé las conversaciones en el BB chat y fue cuando me di cuenta de que no lo había soñado, allí estaban todos los mensajes probando que ese arrebato de pasión no era producto de mi imaginación.

Decidí saludarlo, pero no sabía qué decirle, menos después de una plática no muy común entre un jefe y su asistente. Miles de cosas pasaron por mi mente y al final solo le di los buenos días y pregunté algo relacionado a la oficina. Su respuesta fue cortante, incluso me sentí tonta por pensar que me respondería de otra forma, hasta que llegó otro mensaje… él tenía tantas ganas de mí como yo de él.

Una ducha no fue suficiente y además el calor no colaboraba. Pasé la mañana ansiosa aunque no iba a verlo, ambos teníamos planes totalmente diferentes, él iba a tatuarse, yo tenía pensado ir al teatro con unos amigos que no me confirmaron nunca su asistencia.

Iba en el taxi para no llegar tarde a la obra, el calor me tenía ahogada y el tráfico era insoportable, empezaba a sentir migraña, pero un mensaje me alivió por completo la tensión “al carajo mis planes, te acompañaré al teatro”. Mi corazón dio un vuelco y mi respiración se agitó, iba a salir con ese hombre interesante con el que nunca cruzaba más de una hora de conversación.

Llegué puntual al lugar de encuentro, me tocó esperarlo tomando un café. La brisa jugaba con mi cabello suelto y refrescaba mi cuerpo bajo el corto vestido amarillo que decidí usar. Él tardó unos 15 minutos en llegar, vestía sencillo sin caer en lo informal, un jean azul y una camisa verde de mangas cortas. Un leve escalofrío recorrió mi espalda cuando se acercó a saludarme y me rodeó con sus varoniles brazos, sentía que me derretía como un helado en el desierto.

Yo no quería hablar mucho, se notarían mis nervios al tartamudear, solo lo escuchaba y lo miraba disimuladamente, procurando que nuestros ojos no se cruzaran. En esas dos horas, que parecieron una eternidad, solo me dediqué a pensar en una pregunta que él me hizo en la madrugada “¿esto solo se quedará en ser una fantasía?”.

Me sacó de mis pensamientos al decir “ya debe estar por terminar la obra, ¿te parece si cenamos juntos?” asentí sin duda alguna, poder disfrutar de su compañía un rato más no me molestaba en lo absoluto.

Bajamos hasta el estacionamiento y mientras caminaba delante de él sentía sus ojos clavados en mi cuerpo, pero por más que traté de no voltear terminé haciéndolo. Me encontré con su mirada por primera vez y noté un destello de perversión acompañado de una sonrisa pícara, allí mismo comencé a temblar. Caballerosamente me abrió la puerta del auto rojo, donde entré y me quedé esperando esos breves segundos que lo pondrían de nuevo a mi lado.

Eran casi las 08:00pm, el calor se había evaporado un poco y las calles estaban vacías. Durante el trayecto sentía mi piel erizada por el aire acondicionado pero no me quejé. Hablamos de algunos proyectos finalizados con éxito en la oficina y sobre los planes que teníamos a corto plazo, aunque yo no estaba interesada en tocar asuntos laborales, ya bastaba del estrés semanal. Ocasionalmente ponía su mano en mi pierna y yo suspiraba en silencio, quería que me besara pero no lo hacía, y yo tampoco me atrevía.

Cuando llegamos al restaurante nos sentíamos fuera de lugar, en realidad no era allí donde deseábamos estar, sin embargo nos quedamos por un largo rato. Cenamos, nos conocimos más, nos reímos y brindamos “por ti” dijo él, “por nosotros” dije yo y le sonreí. Después de eso se prolongó el silencio, yo pensaba “metí la pata, ya que coño” y de pronto me dijo “nos vamos, ya no aguanto un minuto más”.

No habíamos llegado al carro cuando me giró hacia él “serás para mí” me dijo, yo estaba lista para que me arrancara la ropa pero ahí no se podía. Salimos lo más rápido posible con el calor brotando de nuestras entrañas. El camino hacia el hotel se hizo corto y en fracción de segundos estábamos en esa habitación de luz tenue. Lo primero que pasó por mi mente fue la frase que le dije en la madrugada “llegaremos hasta donde se pueda llegar” y hasta ese lugar nos llevó la noche.

Me besó con intensidad mientras bajaba el cierre de mi vestido. Mis manos acariciaban su cara, no podía creerlo, estaba a punto de hacer el amor con mi jefe, el hombre que parecía siempre tan indiferente ante mi presencia. Me tomó de la cintura y dejé de sentir el piso, fue instintivo abrazarlo con mis piernas, todo sin dejar de besarlo.

Entre caricias me llevó hasta la cama, donde terminó de desnudarme. Me contemplaba casi sin parpadear, seguía besándome, ahogando mis suspiros. Todo era muy intenso, me mordía con desesperación y yo no dejaba de gemirle al oído, eso aumentaba su excitación. Ya estaba suficientemente lubricada, por esto me pudo penetrar con facilidad, sin embargo sentí un dolor placentero que me hizo gritar.

El salvajismo fue el protagonista de nuestras escenas frente al espejo y yo no le negaba nada. Ejercer el rol de sumisa me volvía loca y a él le encantaba dominarme. Amarró mis manos, sentía que iba a partir mis muñecas y aún así le pedía más. Sus dedos se enlazaban en mi cabello halándome hacia él, que me susurraba al oído “dime que eres toda mía”. Mi excitación aumentaba y entre gemidos decía “solo tuya, hago todo lo que me pidas”.

El cansancio no llegaba, el hambre sexual de ambos era insaciable. “Eres divina” repetía constantemente, “y tú eres mío” le respondía yo.

Una ola de calor entró por mis pies, sentía hormigueo en todo el cuerpo, un grito ahogado y espasmos en mi cuerpo terminaron de hacerme suya, este orgasmo me ponía su marca personal, ahora le pertenecía.

Él seguía estimulándome, y yo haciendo uso de todas mis técnicas para conseguir eso que me faltaba. Finalmente acabó para mí, frente a mi cara de pervertida.

“Mientras existiera la fantasía desearíamos cumplirla” me dijo mientras mordía mi espalda, yo voltee mi cara “te dije que llegaríamos hasta donde tendríamos que llegar, y vaya que fuimos lejos”