viernes, 15 de julio de 2011

Entre líneas

Su voz pausada daba las instrucciones para nuestra evaluación final “muchachos, quiero un trabajo impecable. Este salón tiene mucho potencial, espero no decepcionarme… tienen una hora para terminar”.

Uno a uno fue abandonando el aula. Algunos con sonrisa de superioridad, otros con la decepción en su semblante, mientras tanto yo seguía rígida en mi asiento, sin una idea para plasmarla en esa insignificante hoja, mis excelentes notas se verían manchadas con un 01… aunque lo que verdaderamente me tenía preocupada era cómo iba a quedar delante de él, quien siempre me había nombrado como una de sus mejores alumnas.

Cuando salió el último de mis compañeros comencé a recoger mis cosas para irme a casa. Mi distracción se rompió al escuchar el pasador de la puerta… esto me sobresaltó, y sus palabras me aceleraron la respiración “al fin me quedo solo contigo, siempre huyes, como si te diera miedo estar cerca de mí”… estaba tan nerviosa que no sabía qué decir, ese hombre me hacía sentir intimidada, tanto que ni podía mirarlo a los ojos.

El profesor con la larga fila de alumnas esperando al menos una sonrisa me tenía encerrada en el salón y yo estaba paralizada, con los músculos tensos y los labios sellados, sin saber qué esperar, cómo actuar… Roberto me tomó de los brazos y me levantó de la silla, gemí apenas sus manos me tocaron. Sus labios buscaron los míos y en ese beso todas mis preguntas fueron respondidas. Ese era mi momento, quizás mi única oportunidad para ser suya.

Lo empujé contra su silla y subí mi camisa, dejando mis senos al alcance de sus labios. Mientras los mordía y acariciaba yo bajaba el cierre de su pantalón y me encontraba con su miembro duro como una piedra. No aguanté la tentación y me arrodillé en el piso para demostrarle que no solo soy buena escribiendo. Lo escuchaba gemir y eso me hacía sentir que controlaba la situación.

Sus dedos se enlazaron en mi cabello para separarme de su pene “es mi turno de darte una lección, perrita. Te cogeré como me de la gana, no tienes derecho a opinar”. Me cargó y me pegó de la pared, como pude me subí la falda e hice a un lado la mini panty que llevaba ese día… estaba lista para recibirlo.

Me penetró con tanta fuerza que no pude evitar gritar. Sus movimientos eran bruscos y, aunque me lastimaba, no dejaba de gemir “dame más duro, no quiero que pares” le decía.

Me llevó hasta su escritorio y me hizo inclinarme. Bajó mis pantys y volvió a penetrarme, mis caderas se movían al compás de sus embestidas, con una mano tiró de mi cabello mientras con la otra me daba nalgadas “eso, me gusta como me coges, que rico es mi profe”… un gemido salió de su boca y lo sentí llenándome de su esencia.

“La clase no termina hasta que no seas totalmente mía”… me volteó boca arriba en el escritorio y me penetró con sus dedos, ese hombre sabía como volverme loca, mientras estaba dentro de mí yo jugaba con mi clítoris, una combinación perfecta que me hizo estallar de placer… un orgasmo, dos orgasmos…

“Bueno muchachos, terminó la hora, por favor uno por uno dejen sus trabajos en mi escritorio y vayan saliendo. La nota la tendrán la semana que viene”