martes, 21 de junio de 2011

Rompiendo la rutina

Hacer la cena, lavar lo que está pendiente, guardar la ropa que lavé ayer, cocinar para mañana, una ducha y a dormir… La horrible rutina en la que se convirtió mi vida después de casarme.

Hoy lo pensaba más que otros días, creo que la falta de “cariñitos” me tenía con la sensibilidad y el humor a flor de piel. “Ojalá Julio no esté en la casa, si lo veo echadote frente al televisor creo que le lanzaré lo primero que tenga cerca”.

Las lágrimas rodaban en mis mejillas, pero llorando no resolvería nada, a fin de cuentas cuando dije “sí, acepto” ante los ojos de Dios, familiares y amigos, debía saber que algo así me esperaba.

Caminé rápido hasta llegar a mi nidito de amor, jaja un nombre ridículo que le daba a mi casa. Al entrar olía muy dulce, una mezcla entre miel y canela “así eres tú, morena bella” solía decirme Julio cuando éramos novios, suspiré y subí las escaleras, en la sala estaba él, con una sonrisa de esas que me hacen temblar las piernas, tenía una botella de vino en su mano izquierda y en la derecha sostenía una bolsa de regalo, lo miré con cara de asombro “¿y qué hay en esa bolsa?” frunció el ceño pero luego volvió a sonreir “mi amor, se dice hola, jajajaja, pues en la bolsa está una de las sorpresas que tengo esta noche para ti” con uno de sus dedos me silenció al ver que iba a empezar a quejarme por las miles de cosas que debía hacer y por lo cansada que estaba “ya todo lo que tenías pendiente lo hice. He sido egoísta por no ayudarte con tantas cosas que tienes que atender a diario, así que prometo apoyarte en todo lo que pueda… por los momentos quiero encargarme de quitarte el cansancio”

El vino y la bolsa de regalo reposaron en la mesa mientras mi Julio me besaba, sus labios eran tiernos y dulces como en nuestra primera cita, no tenía dudas, estaba perdidamente enamorada de mi esposo.

Subimos a nuestro cuarto casi sin dejar de besarnos y allí lentamente me despojó de mi ropa, él aún seguía vestido. Me guió hasta el baño y allí había otra sorpresa, la tina con agua tibia y mucha espuma, pétalos de rosas y algunas velas “te dije que iba a consentirte”. Sus manos masajearon mi espalda desnuda, no hacía más que suspirar “acompáñame, esta bañera está muy grande para mí”. Mis palabras fueron órdenes. Rápidamente se desnudó y entró al agua conmigo. No tenía sentido disimular más mi deseo por tenerlo, lo besé apasionadamente y él reaccionó lanzándose sobre mí, me encantaba tener a ese hombre a punto de hacerme suya “esta noche te haré el amor como nunca, pero esta noche también quiero cogerte”

Estaba muy excitada, Julio estaba muy bien dotado y era bueno en la cama, pero siempre me trataba sutilmente, la propuesta de cogerme me había disparado el deseo hasta las nubes, esta noche sería diferente. Más besos y caricias durante eternos minutos, sus manos jugaban en mis senos mientras yo lo masturbaba, su sexo rígido me invitaba a disfrutarlo.

Nos fuimos a la ducha y mientras el agua mojaba nuestros cuerpos mis labios se encargaban de tomar cada centímetro de su miembro, mi lengua lo recorría completamente mientras mis ojos le dirigían una mirada de lujuria a su cara de sonrojada por el placer. Mis movimientos iban dirigidos por sus manos, a un ritmo que lo hacía gemir cada vez más “trágatela toda” fue la frase que llegó con su orgasmo. No desperdicié ni una gota de su néctar, por complacerlo sería complacida. Por un breve instante nos besamos y me invitó a la cama.

Más besos que hicieron que mis ganas se volvieran incontrolables, no dejaba de gemir y ya estaba muy lubricada, sentía dolor en los pezones pero solo por el deseo.
Su lengua exploró cada rincón de mi cuerpo, deteniéndose en mi ardiente vagina. Abrí mis piernas para recibir cada lamida que me daba, para recibir sus dedos que me penetraban al mismo tiempo “soy totalmente tuya, me vuelves loca”, pero él parecía perdido en mí. Uno, dos, tres orgasmos, llenando sus labios de mis jugos, sintiendo como el calor hacía hervir mis venas, aún quería más de él.

Desesperado se subió sobre mí y me penetró con fuerza. Un grito de placer retumbó en las paredes y mis uñas se clavaron en su espalda, los besos eran intensos, nos robábamos el aliento y parecía que nos arrancaríamos los labios. El sudor se hizo presente en ese vaivén de amor y lascivia y un orgasmo simultáneo nos enlazó en ese momento perfecto.

Al despertar conseguí el desayuno junto a la bolsa de regalo que ya había olvidado. Al abrirla una sonrisa se dibujó en mi rostro… ropa interior negra, unas esposas, un látigo y una nota “esta será la primera fantasía”…

martes, 14 de junio de 2011

Que todos lo sepan

Mientras llenaba mi agenda de la semana lo estaba pensando, había estado sospechoso desde hace unos días. Atribuí su comportamiento a mi indiferencia, sus constantes celos me tenían de mal humor.

“Buenos días”

Al escuchar esa voz no me atreví ni a levantar la mirada, no sabía cómo, pero él estaba en mi oficina, ¿qué demonios pretendía? “pero que falta de educación señorita, yo que hago lo posible por verte y así me recibes” caminó hasta mi escritorio y me tomó por la barbilla, obligándome a verlo “¿qué haces aquí?” mis palabras fueron entonadas casi en un susurro. Todo mi cuerpo temblaba, no sabía cuáles eran sus intenciones pero estaba segura de que no eran buenas… “vine a verte… vine a dejarle claro a todo el mundo que eres mía, y que nadie puede acercarse a ti, en especial al tipo ese con el que tanto te ríes”. El escalofrío subió por mi espalda y luego bajó hasta mi vientre convertido en una oleada de calor, mi cuerpo temblaba y mi respiración se aceleraba, pero no debía demostrárselo, tenía que sacarlo de ahí antes de que se pusiera creativo “podemos hablar esto en otro momento, este no es el lugar adecuado”, lo vi fruncir el ceño y alejarse hasta la puerta, pero no pretendía irse, solo la cerró y puso el seguro.

“No vayas a gritar Diana, no vayas a gritar” era lo único que pensaba cuando sentía sus manos quitando mi ropa mientras me besaba, era difícil contenerme porque él me estaba haciendo todo lo que siempre me había gustado. Cuando mis tacones eran lo único que quedaba de mi vestimenta me volteó y amarró mis manos a mi espalda “vas a gritar, todos sabrán que eres mía”. Mi pecho sintió las hojas que estaban sobre mi escritorio y mi cara se apoyó sobre el teclado de mi computadora. De reojo pude verlo desnudándose. Muchos días habían pasado desde la última vez que tuvimos sexo, extrañaba ver su cuerpo, tan masculino y dispuesto a regalarme muchos instantes de placer absoluto. Ahora estaba ahí, en mi oficina, a punto de hacerme suya, sin importarle las consecuencias.

Sentí su lengua recorriendo mi espalda, lentamente hasta llegar a mi cuello, su voz en un susurro casi imposible de entender me pidió que disfrutara, que me entregara a él como nunca lo había hecho. Sus besos tenían un sabor diferente, y sus manos, eran tan suaves y sabían exactamente como tocarme. Cerré mis ojos y me volví esclava del placer que me hacía sentir… poco a poco me olvidé de ser la intachable jefa, la que nunca cometía un error, la que todo lo tenía bajo control. Ahora me estaba entregando a él, cumpliendo sus deseos.

Mis piernas temblaron al recibirlo y un gemido salió de mis labios. Con cada embestida sentía que se me iba la vida… ahora solo podía gritarle q no parara… “Di que eres solo mía, que me perteneces” me susurraba mientras sus manos castigaban mis nalgas… “SOY TUYA, SIEMPRE SERÉ TUYA Y DE NADIE MÁS”.

Nuestro orgasmo llegó al unísono, mientras él me tenía cargada y pegada contra la pared… los gemidos traspasaron las paredes y el sudor bañaba cada rincón de nuestros cuerpos, el mejor polvo de mi vida.

Terminamos de vestirnos casi al mismo tiempo. Ahora empezaba a caer en cuenta de dónde estaba “¿y ahora con que cara salgo de aquí?”, él me silenció con un beso “eso no es mi problema… esto es para que recuerdes que solo puedes ser puta conmigo” y salió de mi oficina con una sonrisa triunfal ante las miradas atónitas de mis compañeros.