jueves, 8 de diciembre de 2011

Tercer intento, primera noche


Dos invitaciones rechazadas pero nunca cesó su insistencia, creo que eso mantuvo despierto mi interés. No es erróneo el dicho “la tercera es la vencida” y eso pudimos comprobarlo esa noche.

Mi visita lo tomó por sorpresa aunque ya la habíamos planificado, él estaba acostumbrado a mis “no puedo” a última hora y no lo culpo, yo sencillamente no hubiese insistido más.

No hicimos alto en ninguna zona de su casa, fuimos directo a su cuarto donde nos sentamos a hablar cosas, que incluso eran tontas, y a tomar vodka. La bebida hacía su efecto, mis mejillas estaban sonrojadas y él tarareaba cada canción que iba sonando en la lista de reproducción… “tengo un cancionero que te gustará” me dijo mientras buscaba entre los papeles que había en su gaveta “ten, ahora podemos cantar los dos”, fue en ese momento en el que empezamos a reír mientras cantábamos.

No sé cuántos minutos (y cuántas canciones) pasaron antes de lanzarme sobre él, tampoco sé cómo pude mantener la distancia en esos minutos previos… deseaba sus besos más que otra cosa en el mundo, mucho tiempo había pasado desde la última vez que probé sus labios.

Nuestros alientos estaban perfumados de alcohol y las gotas de sudor corrían debajo de nuestra ropa, mientras tanto la música agregaba una atmósfera mágica, casi perfecta. Nuestras manos pudieron sentir el palpitar de nuestros corazones y se convirtieron en la guía para quitar cada pieza que nos alejara de la desnudez.

No me di cuenta en qué momento nos quedamos solo con la luz de la luna que se filtraba por la ventana y esa noche parecía ser azul, quizás era el efecto del vodka, quizás el placer me había alterado la percepción de los colores.

Millones de caricias hicieron que conociera eso que creía inexistente y ver solo su silueta hacía este encuentro más increíble… era como fantasear, era algo que no pertenecía a este mundo.

Sus labios subían y bajaban por todo mi cuerpo, deteniéndose de vez en cuando para hacerme suspirar… eran mis gemidos y mis dedos enlazados en su cabello los que guiaban sus movimientos… me sentía diferente en sus brazos.

Mi turno de probarlo prolongó más la espera y, aunque sentíamos la necesidad de terminar con todo eso, nos contuvimos por un par de minutos más. Su piel se erizaba ante mi piel, lo acaricié con todo lo que pude, mi lengua, mis manos, mis senos, mi cabello, cada parte de mi cuerpo se llenó de sus ganas.

El piso nos sirvió de lecho, allí la tenue luz azulada de la luna alumbraba mi rostro, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos, gimiendo mientras él separaba mis piernas y con delicadeza me penetraba… la música iba acorde con sus movimientos, una divina tortura que aún resuena en mis oídos.

Exploramos cada rincón de esa habitación por una cantidad incontable de horas, parecía que nuestras ganas no se saciaran pero la verdad es que nuestro más profundo deseo era tener el mejor final, uno absolutamente diferente a los finales que habíamos tenido en nuestras vidas.

Y como quien domina en una pelea me subí sobre él para danzar hasta que nuestros cuerpos temblaron al unísono y un agudo gemido escapó de mi garganta, pude sentir cómo llenaba mi cuerpo de su esencia y sus manos trazar figuras en mi espalda… una sonrisa se dibujaba en nuestros rostros y no hicieron falta las palabras…

Desperté un poco desconcertada, incluso llegué a pensar que todo había sido un sueño, pero allí estaba él, durmiendo a mi lado. No era la primera vez que amanecía a su lado, pero sí la primera vez que lo hacíamos en esa circunstancia… no esperé nunca hacer el amor con mi mejor amigo.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Lo que no se ve

Esa noche era diferente a las anteriores. La invitación llegó de repente, sin necesidad de planearlo (como siempre lo hacíamos).

Me esperaba de mal humor mientras fumaba un cigarrillo. Me había tardado más de la cuenta en la oficina y llegué una hora tarde a nuestro encuentro “pensé que no llegarías nunca, estaba a punto de irme” me dijo al verme llegar. Yo sonreí “sabes que no ibas a moverte de aquí hasta que llegara”.

Su apartamento era nuestro destino. Aparentemente tenía una sorpresa para mí, al menos eso pensé después de recibir la invitación a pasar una noche inolvidable.

Apenas la puerta se cerró a nuestras espaldas me abalancé sobre él para besarlo a lo que reaccionó con rechazo “no te desesperes, hoy las cosas no serán así”. Debo confesar que la rabia me invadió ¿quién se creía que era?, llevar las riendas siempre fue mi preferencia.

Encendió la luz de la sala y se acercó a mí para vendarme los ojos, así comenzó nuestro juego. Me besó como nunca me había besado, arrancándome el aliento y despertando mil sensaciones en cada segundo. Sus dedos se enredaban en mi cabello y su lengua iba recorriendo mi cuello, creo que neutralizar uno de mis sentidos hacía de estas caricias algo indescriptible.

Un escalofrío recorrió mi espalda al sentir como el cierre de mi vestido iba bajando, mordí mis labios de puro deseo al imaginar qué cara pondría al ver que no llevaba nada de ropa interior y que ahora estaba frente a sus ojos solo con mis tacones rojos y la venda que me impedía disfrutar de su expresión. Volvió a besarme, esta vez con suavidad, y mientras tanto ponía algo alrededor de mi cuello, ni siquiera intenté detenerlo, estaba rendida ante él.

Tiró de mí suavemente con la cadena que ató a mi cuello hasta que hizo que me sentara en una silla, estando ahí me hizo tomar un poco de vino. Entre una copa y otra me besaba y me acariciaba, sin pronunciar ni una sola palabra. Mi cuerpo estaba listo para entregarse a él pero, al parecer, no había llegado el momento.

“Solo déjate llevar” me susurró al oído mientras sujetaba mis muñecas y las amarraba. Quise decirle algo pero sus labios me silenciaron nuevamente… caminamos despacio y me acostó en su cama, pude sentir el roce de su piel y noté que también estaba desnudo y tan excitado como yo.

Su lengua ascendía y descendía por mi cuerpo, recreándose en mis senos, en mi ombligo y desesperándose en mi sexo húmedo… mis gemidos aumentaban y sentía como los orgasmos me hacían contraerme en sus labios, ahogada en mi propia respiración le pedía que no parara.

Dejé de sentirlo por un instante y antes de tener tiempo para pronunciar su nombre subió mis brazos para amarrarme en la cabecera de la cama. Sus manos separaron mis piernas y comenzó a rozar mi vagina con su miembro caliente que poco a poco entró en mí. Quería clavar mis uñas en su espalda, pero hoy sería imposible dejar mis huellas en su piel.

Su respiración se agitaba y se confundía con mis suspiros. Sus movimientos que comenzaron suaves ahora cobraban una fuerza indescriptible, la divina tortura, el momento preciso que convirtió el dolor en placer. Mis piernas lo rodearon como para no dejarlo escapar de mí… mientras me llenaba de su esencia, mi cuerpo volvió a rendirse y un beso de complicidad selló nuestro encuentro.

Estando en su auto me quité la venda de los ojos. Había llegado el momento de volver a la realidad, nuestra realidad. Estacionamos para besarnos por última vez esa noche...  Marcos nos estaba esperando.

“Hermano, gracias por traer sana y salva a mi princesa, te debo una" dijo mi novio apenas nos vio llegar, y Andrés sonrió “sabes que en manos de tu mejor amigo a tu prometida nunca le pasaría nada”…

viernes, 15 de julio de 2011

Entre líneas

Su voz pausada daba las instrucciones para nuestra evaluación final “muchachos, quiero un trabajo impecable. Este salón tiene mucho potencial, espero no decepcionarme… tienen una hora para terminar”.

Uno a uno fue abandonando el aula. Algunos con sonrisa de superioridad, otros con la decepción en su semblante, mientras tanto yo seguía rígida en mi asiento, sin una idea para plasmarla en esa insignificante hoja, mis excelentes notas se verían manchadas con un 01… aunque lo que verdaderamente me tenía preocupada era cómo iba a quedar delante de él, quien siempre me había nombrado como una de sus mejores alumnas.

Cuando salió el último de mis compañeros comencé a recoger mis cosas para irme a casa. Mi distracción se rompió al escuchar el pasador de la puerta… esto me sobresaltó, y sus palabras me aceleraron la respiración “al fin me quedo solo contigo, siempre huyes, como si te diera miedo estar cerca de mí”… estaba tan nerviosa que no sabía qué decir, ese hombre me hacía sentir intimidada, tanto que ni podía mirarlo a los ojos.

El profesor con la larga fila de alumnas esperando al menos una sonrisa me tenía encerrada en el salón y yo estaba paralizada, con los músculos tensos y los labios sellados, sin saber qué esperar, cómo actuar… Roberto me tomó de los brazos y me levantó de la silla, gemí apenas sus manos me tocaron. Sus labios buscaron los míos y en ese beso todas mis preguntas fueron respondidas. Ese era mi momento, quizás mi única oportunidad para ser suya.

Lo empujé contra su silla y subí mi camisa, dejando mis senos al alcance de sus labios. Mientras los mordía y acariciaba yo bajaba el cierre de su pantalón y me encontraba con su miembro duro como una piedra. No aguanté la tentación y me arrodillé en el piso para demostrarle que no solo soy buena escribiendo. Lo escuchaba gemir y eso me hacía sentir que controlaba la situación.

Sus dedos se enlazaron en mi cabello para separarme de su pene “es mi turno de darte una lección, perrita. Te cogeré como me de la gana, no tienes derecho a opinar”. Me cargó y me pegó de la pared, como pude me subí la falda e hice a un lado la mini panty que llevaba ese día… estaba lista para recibirlo.

Me penetró con tanta fuerza que no pude evitar gritar. Sus movimientos eran bruscos y, aunque me lastimaba, no dejaba de gemir “dame más duro, no quiero que pares” le decía.

Me llevó hasta su escritorio y me hizo inclinarme. Bajó mis pantys y volvió a penetrarme, mis caderas se movían al compás de sus embestidas, con una mano tiró de mi cabello mientras con la otra me daba nalgadas “eso, me gusta como me coges, que rico es mi profe”… un gemido salió de su boca y lo sentí llenándome de su esencia.

“La clase no termina hasta que no seas totalmente mía”… me volteó boca arriba en el escritorio y me penetró con sus dedos, ese hombre sabía como volverme loca, mientras estaba dentro de mí yo jugaba con mi clítoris, una combinación perfecta que me hizo estallar de placer… un orgasmo, dos orgasmos…

“Bueno muchachos, terminó la hora, por favor uno por uno dejen sus trabajos en mi escritorio y vayan saliendo. La nota la tendrán la semana que viene”

martes, 21 de junio de 2011

Rompiendo la rutina

Hacer la cena, lavar lo que está pendiente, guardar la ropa que lavé ayer, cocinar para mañana, una ducha y a dormir… La horrible rutina en la que se convirtió mi vida después de casarme.

Hoy lo pensaba más que otros días, creo que la falta de “cariñitos” me tenía con la sensibilidad y el humor a flor de piel. “Ojalá Julio no esté en la casa, si lo veo echadote frente al televisor creo que le lanzaré lo primero que tenga cerca”.

Las lágrimas rodaban en mis mejillas, pero llorando no resolvería nada, a fin de cuentas cuando dije “sí, acepto” ante los ojos de Dios, familiares y amigos, debía saber que algo así me esperaba.

Caminé rápido hasta llegar a mi nidito de amor, jaja un nombre ridículo que le daba a mi casa. Al entrar olía muy dulce, una mezcla entre miel y canela “así eres tú, morena bella” solía decirme Julio cuando éramos novios, suspiré y subí las escaleras, en la sala estaba él, con una sonrisa de esas que me hacen temblar las piernas, tenía una botella de vino en su mano izquierda y en la derecha sostenía una bolsa de regalo, lo miré con cara de asombro “¿y qué hay en esa bolsa?” frunció el ceño pero luego volvió a sonreir “mi amor, se dice hola, jajajaja, pues en la bolsa está una de las sorpresas que tengo esta noche para ti” con uno de sus dedos me silenció al ver que iba a empezar a quejarme por las miles de cosas que debía hacer y por lo cansada que estaba “ya todo lo que tenías pendiente lo hice. He sido egoísta por no ayudarte con tantas cosas que tienes que atender a diario, así que prometo apoyarte en todo lo que pueda… por los momentos quiero encargarme de quitarte el cansancio”

El vino y la bolsa de regalo reposaron en la mesa mientras mi Julio me besaba, sus labios eran tiernos y dulces como en nuestra primera cita, no tenía dudas, estaba perdidamente enamorada de mi esposo.

Subimos a nuestro cuarto casi sin dejar de besarnos y allí lentamente me despojó de mi ropa, él aún seguía vestido. Me guió hasta el baño y allí había otra sorpresa, la tina con agua tibia y mucha espuma, pétalos de rosas y algunas velas “te dije que iba a consentirte”. Sus manos masajearon mi espalda desnuda, no hacía más que suspirar “acompáñame, esta bañera está muy grande para mí”. Mis palabras fueron órdenes. Rápidamente se desnudó y entró al agua conmigo. No tenía sentido disimular más mi deseo por tenerlo, lo besé apasionadamente y él reaccionó lanzándose sobre mí, me encantaba tener a ese hombre a punto de hacerme suya “esta noche te haré el amor como nunca, pero esta noche también quiero cogerte”

Estaba muy excitada, Julio estaba muy bien dotado y era bueno en la cama, pero siempre me trataba sutilmente, la propuesta de cogerme me había disparado el deseo hasta las nubes, esta noche sería diferente. Más besos y caricias durante eternos minutos, sus manos jugaban en mis senos mientras yo lo masturbaba, su sexo rígido me invitaba a disfrutarlo.

Nos fuimos a la ducha y mientras el agua mojaba nuestros cuerpos mis labios se encargaban de tomar cada centímetro de su miembro, mi lengua lo recorría completamente mientras mis ojos le dirigían una mirada de lujuria a su cara de sonrojada por el placer. Mis movimientos iban dirigidos por sus manos, a un ritmo que lo hacía gemir cada vez más “trágatela toda” fue la frase que llegó con su orgasmo. No desperdicié ni una gota de su néctar, por complacerlo sería complacida. Por un breve instante nos besamos y me invitó a la cama.

Más besos que hicieron que mis ganas se volvieran incontrolables, no dejaba de gemir y ya estaba muy lubricada, sentía dolor en los pezones pero solo por el deseo.
Su lengua exploró cada rincón de mi cuerpo, deteniéndose en mi ardiente vagina. Abrí mis piernas para recibir cada lamida que me daba, para recibir sus dedos que me penetraban al mismo tiempo “soy totalmente tuya, me vuelves loca”, pero él parecía perdido en mí. Uno, dos, tres orgasmos, llenando sus labios de mis jugos, sintiendo como el calor hacía hervir mis venas, aún quería más de él.

Desesperado se subió sobre mí y me penetró con fuerza. Un grito de placer retumbó en las paredes y mis uñas se clavaron en su espalda, los besos eran intensos, nos robábamos el aliento y parecía que nos arrancaríamos los labios. El sudor se hizo presente en ese vaivén de amor y lascivia y un orgasmo simultáneo nos enlazó en ese momento perfecto.

Al despertar conseguí el desayuno junto a la bolsa de regalo que ya había olvidado. Al abrirla una sonrisa se dibujó en mi rostro… ropa interior negra, unas esposas, un látigo y una nota “esta será la primera fantasía”…

martes, 14 de junio de 2011

Que todos lo sepan

Mientras llenaba mi agenda de la semana lo estaba pensando, había estado sospechoso desde hace unos días. Atribuí su comportamiento a mi indiferencia, sus constantes celos me tenían de mal humor.

“Buenos días”

Al escuchar esa voz no me atreví ni a levantar la mirada, no sabía cómo, pero él estaba en mi oficina, ¿qué demonios pretendía? “pero que falta de educación señorita, yo que hago lo posible por verte y así me recibes” caminó hasta mi escritorio y me tomó por la barbilla, obligándome a verlo “¿qué haces aquí?” mis palabras fueron entonadas casi en un susurro. Todo mi cuerpo temblaba, no sabía cuáles eran sus intenciones pero estaba segura de que no eran buenas… “vine a verte… vine a dejarle claro a todo el mundo que eres mía, y que nadie puede acercarse a ti, en especial al tipo ese con el que tanto te ríes”. El escalofrío subió por mi espalda y luego bajó hasta mi vientre convertido en una oleada de calor, mi cuerpo temblaba y mi respiración se aceleraba, pero no debía demostrárselo, tenía que sacarlo de ahí antes de que se pusiera creativo “podemos hablar esto en otro momento, este no es el lugar adecuado”, lo vi fruncir el ceño y alejarse hasta la puerta, pero no pretendía irse, solo la cerró y puso el seguro.

“No vayas a gritar Diana, no vayas a gritar” era lo único que pensaba cuando sentía sus manos quitando mi ropa mientras me besaba, era difícil contenerme porque él me estaba haciendo todo lo que siempre me había gustado. Cuando mis tacones eran lo único que quedaba de mi vestimenta me volteó y amarró mis manos a mi espalda “vas a gritar, todos sabrán que eres mía”. Mi pecho sintió las hojas que estaban sobre mi escritorio y mi cara se apoyó sobre el teclado de mi computadora. De reojo pude verlo desnudándose. Muchos días habían pasado desde la última vez que tuvimos sexo, extrañaba ver su cuerpo, tan masculino y dispuesto a regalarme muchos instantes de placer absoluto. Ahora estaba ahí, en mi oficina, a punto de hacerme suya, sin importarle las consecuencias.

Sentí su lengua recorriendo mi espalda, lentamente hasta llegar a mi cuello, su voz en un susurro casi imposible de entender me pidió que disfrutara, que me entregara a él como nunca lo había hecho. Sus besos tenían un sabor diferente, y sus manos, eran tan suaves y sabían exactamente como tocarme. Cerré mis ojos y me volví esclava del placer que me hacía sentir… poco a poco me olvidé de ser la intachable jefa, la que nunca cometía un error, la que todo lo tenía bajo control. Ahora me estaba entregando a él, cumpliendo sus deseos.

Mis piernas temblaron al recibirlo y un gemido salió de mis labios. Con cada embestida sentía que se me iba la vida… ahora solo podía gritarle q no parara… “Di que eres solo mía, que me perteneces” me susurraba mientras sus manos castigaban mis nalgas… “SOY TUYA, SIEMPRE SERÉ TUYA Y DE NADIE MÁS”.

Nuestro orgasmo llegó al unísono, mientras él me tenía cargada y pegada contra la pared… los gemidos traspasaron las paredes y el sudor bañaba cada rincón de nuestros cuerpos, el mejor polvo de mi vida.

Terminamos de vestirnos casi al mismo tiempo. Ahora empezaba a caer en cuenta de dónde estaba “¿y ahora con que cara salgo de aquí?”, él me silenció con un beso “eso no es mi problema… esto es para que recuerdes que solo puedes ser puta conmigo” y salió de mi oficina con una sonrisa triunfal ante las miradas atónitas de mis compañeros.

martes, 24 de mayo de 2011

Secretos


Cada quien tiene derecho de rehacer su vida, pero a mí no me daba la gana de que eso pasara, por eso le hice la vida imposible a los pocos novios que tuvo mi madre después de la muerte de papá. Siempre he sido malcriada y caprichosa, y ninguno de esos pendejos lo iba a cambiar.

“Mariana, esta noche viene a cenar alguien. Estoy saliendo con él y es muy importante para mí, por favor hija, te pido que seas amable” me dijo mi madre en un tono casi suplicante, a lo que respondí “ah, entonces déjame ir a buscar las serpentinas y papelillos para el recibimiento”. Me fui a mi cuarto y tiré la puerta con todas mis fuerzas “otro imbécil” pensé.

Vi a mi mamá arreglándose para la cena, no puedo negar que estaba muy bonita, hasta ropa nueva compró… el tipo debía ser importante, pero igual iba a hacer todo lo posible para que se ladillara, aquí se juega con mis reglas.

Bajé hasta la puerta cuando sonó el timbre, mi mamá no estaba lista y me tocaba recibir y atender al invitado especial. No era lo que yo esperaba, más bien se adaptaba al tipo de hombre que me gustaría tener, un italiano como de 1,85 de alto y un cuerpo bien formado, su piel blanca estaba tenuemente bronceada, su cabello era un poco largo y castaño claro, vestía muy informal y estaba despeinado. Sabía que era más joven que mi mamá, pero no pensé que tanto. Su varonil voz interrumpió el silencio “Mariana, eres más bonita de lo que dice tu mamá, yo soy Gianmarco” luego de esto me regaló una sonrisa que me hizo tartamudear “hola, mmm, mi mamá aún no está lista, emmm, te toca esperar un rato… ¿quieres algo de tomar?” mi hostilidad había desaparecido por completo “tranquila nena, así estoy bien”.

La cena transcurrió con una atmósfera de incomodidad, mi mamá sentía tensión porque esperaba una mala actitud de mi parte, Gianmarco casi no hablaba, y yo solo jugaba con la comida… las horas pasaron lentas.

Entré a mi cuarto apenas el novio de mi mamá se fue, necesitaba calmar mis ansias de inmediato, ese hombre había despertado mi deseo. Me masturbé con rudeza, mi humedad no me permitía sentir dolor. Mis gemidos se ahogaban en mi almohada que, quizás por mi propia imaginación, olía al perfume de ese italiano que era el protagonista de mis fantasías. Lo quería para mí, no me importaba si mi madre tenía que convertirse en mi rival.

Las visitas de mi objetivo eran más constantes. Mi mamá estaba feliz porque era la primera vez que no me comportaba de forma grosera con uno de sus pretendientes, mientras tanto Gianmarco nos llenaba a ambas de bonitos detalles. Los celos me tenían enferma, aunque debo confesar que siempre los regalos más bonitos y costosos eran para mí… sabía que no le era indiferente.

Las miradas eran disimuladas pero siempre estaban presentes. Me le insinuaba, a veces muy descaradamente, y eso no me importaba, mi mamá estaba muy ocupada para notarlo, y era muy ingenua para imaginarlo. Gianmarco trataba de ocultarlo pero sus gestos lo delataban, me deseaba, lo veía en sus ojos y marcado en sus jeans… solo faltaba que se diera la oportunidad para dar rienda suelta a nuestra pasión, pero ¿cuándo llegaría ese momento?... la espera me estaba enfermando.

Mi mamá es una mujer muy ocupada, y por su trabajo le tocaba viajar mucho. No le gustaba dejarme sola pero ahora Gianmarco podía ir a la casa un rato todos los días para ver que todo marchara bien conmigo. Mi oportunidad había llegado.

Gianmarco ya tenía llaves de la casa, y yo había calculado a que hora llegaría. “Mariana, ¿dónde estás?” lo escuché decir apenas la puerta se cerró detrás de él, “ven hasta la cocina, aquí estoy”. Su cara fue de sorpresa al verme sentada en el mesón de mármol. Solo tenía una mínima franela blanca con la boca de los Rollings Stones, y unos cacheteros morados, mi cabello estaba húmedo y mis uñas rojas jugaban en mis piernas “acércate, yo sé que querías ver esto”. Creo que no pasaron ni cinco segundos y él ya estaba frente a mí “nena, ¿por qué haces esto?” y sus besos no me dejaron responder, sus manos se enredaron en mi cabello mientras yo rodeaba su cuello… sentía que pronto perdería el control, ese hombre me excitaba como ninguno.

Le quité la camisa lo más rápido que pude, y al ver sus pecas fue imposible evitar morderlas. Así marqué sus brazos, su pecho, sus hombros y su espalda, él no me prohibía nada. Mis piernas se enrollaban alrededor de su cuerpo y ya mi humedad pasaba de la tela morada que cubría mi vagina “que caliente eres Mariana, veamos como te siente mi lengua” me susurró mientras me acostaba en el frío mesón. Me quitó el cachetero y comenzó a lamer mi sexo con desespero, mis gemidos comenzaron con suavidad y se convirtieron en gritos desenfrenados al sentir como sus dedos entraban en mí y su lengua jugaba con mi clítoris, mi primer orgasmo llegó haciéndome temblar “penétrame ya, te quiero sentir, hazme tuya” le supliqué entre gemidos. Me llevó cargada hasta el mueble de la sala, y allí, frente a mis ojos, terminó de desnudarse. Lo miré a los ojos y sin palabras acerqué mis labios hasta su pene que solo esperaba sentirme. Lo lamí y succioné con firmeza, metiéndomelo todo en la boca, subía la mirada para ver su cara de satisfacción y él solo susurraba “eres increíble carajita, no pares”… no tenía intención de sacarlo de mi boca, pero fue Gianmarco quien poco a poco me separó. Se acostó en el mueble “móntame, quiero ver si solo te mueves rico cuando bailas” obedecí y me subí sobre él… mientras mis caderas subían y bajaban, me quité la camisa. Sus manos comenzaron a jugar con mis senos y esto me hacía mover con más salvajismo. Disfrutaba al ver su cara de placer, sus mejillas estaban rojas y sus labios entreabiertos “¿dónde quieres que te acabe?”, al oír esto me giré y quedé dándole la espalda, sacó su miembro y se masturbó con mis nalgas, lo sentí corriéndose para mí, allí lo quería.

Una semana después mi mamá regresó a casa, su cara mostraba sufrimiento y unas ojeras que indicaban noches de insomnio “Gianmarco se enamoró de otra, y aunque sabe que esa maldita mujer nunca será para él igual decidió abandonarme y se fue lejos, muy lejos”. Me sentía triunfadora, él tampoco sería para mí, pero lo había separado de ella “bueno mami, tan bueno que se veía y fíjate que también tenía su secreto bien guardado”

viernes, 20 de mayo de 2011

Doble sorpresa

Nadia...

Andrea y yo teníamos algo más en común, aparte de nuestra profesión de periodistas, la colección de CD’S y otras cosas que no vienen al caso, eso que teníamos en común era la atracción por Ernesto, un amigo que había ido con nosotras a la universidad.

Era un hombre atractivo, tanto así que lograba satisfacer los estereotipos de ambas. Es alto, con un cuerpo bien definido gracias a sus prácticas de surf, de brazos y espalda tatuados, y tiene una sonrisa de esas que te derriten apenas la muestra… para envidia de muchas, él era nuestro compañero de fiestas, cine, viajes y otras actividades.

Era su cumpleaños, por eso Andrea y yo decidimos darle una sorpresa. Teníamos un duplicado de la llave que abre el apartamento de Ernesto, eso nos facilitaría todo… solo esperábamos que él no llegara antes de tiempo y arruinara nuestros planes.

Lo escuchamos llegar y procuramos no hacer ni el más mínimo ruido, él solo podía saber que estábamos ahí en el momento de la sorpresa… la ansiedad por salir a recibirlo nos tenía muy inquietas.

Ernesto...

Llegué a mi casa cansado, eso de estar de cumpleaños no significaba mucho para mí, lo veía como un día normal. Lancé mi morral en el mueble de la sala y me quité la ropa, la ventaja de vivir solo es que tu mamá no está detrás de ti, reclamando por lo desordenado que eres. Me fui a dar una ducha rápida, quería llegar a mi cama para ver alguna película hasta quedarme dormido… pero al entrar a mi cuarto descubrí que esa noche probablemente no dormiría.

Pensé que lo que veía no era real y lancé una carcajada… ambas me miraron y al unísono dijeron, con esas voces tan sexys que tienen “Feliz Cumpleaños”. Una oleada de calor subió y bajó por todo mi cuerpo… eran ellas, mis mejores amigas, en mi cama, con poca ropa.

“Queríamos darte una sorpresa, y creo que funcionó” dijo Nadia mientras miraba mi pene ya erecto, marcado por encima de la toalla, “ahora siéntate, para que disfrutes mejor de tu regalo” me dijo Andrea con suavidad… no hice más que obedecer.

Verlas era un espectáculo, Nadia es de piel morena y cabello negro, su ropa interior era blanca, y Andrea es blaquita con cabello rubio, su ropa interior era negra… los contrastes de la tela en la piel de ambas las hacían ver más perfectas.

Mientras se besaban me veían de reojo, sabían que me tenían embobado… se tocaban con pasión desenfrenada y sus gemidos eran melodía para mis oídos. Se desnudaron una a la otra y así aumentaron mis ganas de tocarlas… “acércate cumpleañero, es hora del pastel” dijo la morena mientras la rubia me llamaba con uno de sus dedos.

Me acostaron sobre la cama y me desanudaron la toalla… Nadia comenzó a besarme mientras Andrea me masturbaba, no quería cerrar los ojos, no podía perderme ni un segundo de mi regalo de cumpleaños.

“Nadia, no seas egoísta, es mi turno de besarlo” y al oír esto la morena sonrió y le cedió mis labios a la desesperada rubia… pensé que ahora Nadia me masturbaría, pero no fue así… sentí su cabello rozando mi abdomen y apenas segundos después sus húmedos labios empezaron a bajar por mi pene… esto era la gloria, el placer multiplicado por dos.

Andrea se unió a Nadia para darme sexo oral, sus dos lenguas me lamían de forma diferente y sentía que pronto acabaría… les avisé pero en vez de separarse siguieron hasta que me corrí en sus bocas, me chuparon hasta dejarme sin una sola gota… esto apenas comenzaba… 

Las mimaba a ambas, no quería que sintieran que fijaba más mi atención en una de ellas. Mientras Nadia me montaba, Andrea estaba sentada en mi boca, gimiendo por el placer que le daba mi lengua, en esta posición las dos podían besarse y jugar con sus senos, eran dos mujeres divinas y eran solo para mí.

Ahora penetraba a Andrea, se puso en cuatro para mí y para poder disfrutar de Nadia que ya la esperaba con las piernas abiertas… sentirme dentro de una y ver como disfrutaba la otra, uff, eso no se puede comparar con nada.

Nuestros orgasmos llegaban en medio de gemidos… las dominaba, me dominaban, las probé en todos los rincones de sus cuerpos, las llené de mi esencia, nos fundíamos en besos y caricias, y así pasamos horas, hasta que nuestros cuerpos ya no daban para más… agotadas se quedaron dormidas y yo solo podía observarlas, disfrutar de la belleza especial que cada una transmitía.

Mi Nadia y mi Andrea… nunca dejan de sorprenderme



lunes, 9 de mayo de 2011

En la vía


Nunca había viajado con ellos, no soy de relacionarme con gente escandalosa y menos si no los conozco. La verdad es que no sé en qué pensaba para anotarme a ese viaje a Puerto Ordaz sabiendo que tendría que pasar horas aguantando a un desconocido que seguramente sería uno de los más gritones del autobús.

Me ubiqué en los primeros asientos, del lado de la ventana, así sería más fácil darle la espalda al que se sentara a mi lado. El autobús se iba llenando, por suerte nadie quería ser mi acompañante… nadie hasta que subió él. No podía dejar de verlo, y creo que fue tanto el contacto visual que me sonrió y se sentó junto a mí.

Su voz me envolvía cada vez que saludaba a los demás hinchas que iban a viajar. De vez en cuando lo miraba de reojo y ahí estaba, viéndome y sonriendo, eso me hacía sonrojar.

La primera hora del viaje fue una tortura, la música me tenía aturdida y el olor a anís casi me hacía vomitar. Las luces estaban encendidas, así sería imposible quedarme dormida. Mi acompañante no resultó ser tan molesto, casi no hablaba con los demás, solo se dedicaba a escribir en su blackberry y a reírse.

Cuando apagaron las luces el escándalo bajó un poco, pero por alguna extraña razón el frío aumentó, mi mono y camiseta negra no eran suficiente abrigo, ya mis pezones se marcaban en la tela, trataba de disimular cruzando los brazos a la altura de mi pecho… él notó mi incomodidad “preciosa, no puedo verte así, temblando de frío, toma mi cobija, estarás más caliente y cómoda” la acepté sin pensarlo, agradeciendo por tan amable gesto, fue así como pude quedarme dormida.

Me despertó el remordimiento de conciencia, de verdad el frío era insoportable y yo había dejado a mi compañero sin nada para taparse. Cuando me voltee para ofrecerle la cobija me encontré con su respiración, le susurré “hey, ¿estás despierto?” pero no me respondió… tuve q tocar su cara para q reaccionara “¿qué pasó bella?” y muy bajito le dije “bueno, yooo, mmm quería, mmm compartir tu cobija contigo, es que veo que tienes frío” y fue así como quedamos los dos bajo la misma tela que nos daría calor.

Cerré mis ojos para tratar de dormirme otra vez, pero con su cara tan cerca era difícil conciliar el sueño, apenas unos milímetros nos separaban. Lo sentí sonreir y un cosquilleo bajó hasta mi vientre “estás muy cerca de mí, ¿te incomodo?” esas palabras me impulsaron a besarlo. Sus labios ardían mientras nos besábamos con desesperación, su lengua jugaba con la mía y nos mordíamos con suavidad… mi mente volaba, y de solo imaginar las cosas tan divinas que él podía hacer con su lengua me mojaba mucho.

En medio de esos besos, que parecían no terminar nunca, tomé sus manos y las puse en mis senos, él los masajeaba y pellizcaba… de mis labios comenzaban a salir leves gemidos. Metí mi mano hasta su sexo, que estaba duro, palpitante, y comencé a masturbarlo. Sentirlo tan excitado me volvía loca, quería tenerlo dentro de mí, pero entre tanta gente era casi imposible.

Seguí dándole placer con mi mano mientras él besaba mi cuello. Poco a poco sus labios llegaron a mis senos, los chupaba con devoción, disfrutándolos al máximo. Yo estaba a punto de gritar, me moría por montarlo, “quiero que te relajes” le dije al oído.

Mis labios bajaron hasta su pene y mi lengua comenzó a saborearlo, lo metí completo en mi boca y el dirigía la velocidad tomándome por el cabello… lo escuchaba gemir, no podía ocultar que le gustaba tener a una perfecta desconocida haciéndole eso que siempre había fantaseado. Me llenó de su esencia, la que disfruté sin desperdiciar ni una sola gota.

Recosté mi cabeza en el asiento y le sonreí… aún quedaban muchas horas de viaje y no habíamos hecho la primera parada.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Buenos Días

Raras veces me quedaba en su casa. Aunque era mi mejor amigo mi mamá no veía con buenos ojos que pasara noches enteras con Ricardo. Entre ambos no había pasado nada, pero admito que siempre él me había parecido atractivo.
Esa noche me fui a su casa, mis padres estaban de viaje y no quería dormir sola. Dormí en su cuarto y él en el de su hermano, que estaba justo al lado.
Me despertó temprano, teníamos que ir a la oficina “nena, despierta, deja la flojera”. Entre quejas me levanté y entré al baño, me relajé con el agua caliente, tratando de apurarme para no salir tarde.
Cuando entré a la habitación Ricardo estaba sentado en la cama. No esperaba verlo allí. Yo estaba empapada y temblaba por el frío, se me había olvidado apagar el aire acondicionado… “buenos días señorito, ¿será que se sale del cuarto para poder vestirme?”. Se levantó, pero en vez de ir hacia la puerta se acercó a mí, me pegó contra la pared y comenzó a besarme.


No puse resistencia, esperaba poder probar esos labios al menos una vez. La excitación me invadió por completo, mi cuerpo caliente hizo que se evaporaran las gotas de agua que corrían en mi piel apenas minutos antes. Tomé su cara para no dejarlo ir y él soltó mi toalla, entre los besos le dije “pero es que vamos a llegar tarde al trabajo”. Su mano bajó hasta mi sexo que ya estaba al máximo de la humedad y sonrió “no importa, hoy te voy a hacer mía”, al escuchar eso mis piernas se abrieron casi por instinto. Los besos fueron más intensos, Ricardo mordía mis labios con desesperación mientras me seguía masturbando, mis gemidos lo volvían loco. Su boca bajó hasta mis senos y comenzó a jugar con mis pezones, eso hizo que mi orgasmo llegara acompañado de un grito, mis piernas perdieron la fuerza por un momento.
“Pero que caliente eres nena” me susurró al oído, y con la respiración entrecortada le dije “hemos llegado muy lejos, mejor nos vamos, se hace tarde”. Me silenció con sus dedos, llenos de mi esencia, y automáticamente la excitación volvió. Lo vi desvestirse con desesperación, y cuando quedó desnudo frente a mis ojos mis ganas de ser suya aumentaron.
Me tomó entre sus brazos y me llevó hasta su cama, abrió mis piernas y me penetró con fuerza. Sentí que se me iba la vida en cada embestida que me daba, mis gemidos eran cada vez más fuertes y eso hacía que él se excitara más “¿qué vas a decir cuando llegues tarde a la oficina?” ahogada de placer solo podía pedirle que siguiera, que no parara… “respóndeme” me dijo con tono exigente y casi sin voz le susurré “diré que me estabas cogiendo bien rico”. Mis palabras despertaron su furia animal, su respiración aumentó tanto como la brusquedad de sus movimientos, me estaba maltratando pero sentir ese dolor era realmente placentero. Lo amarré con mis piernas cuando sentí las contracciones de mi segundo orgasmo, estaba muy húmeda, tanto que mis jugos mojaban nuestros muslos. Su miembro quería explotar, lo sentía cada vez más duro dentro de mí “¿dónde quieres que te acabe?” y jadeante le pedí que lo hiciera en mi cara… me complació en lo que le pedí, comenzó a masturbarse hasta que se corrió en toda mi cara… ahora Ricardo y yo nos conocíamos completamente.

Ese día llegué tarde a la oficina, y ya tenía mi excusa lista… Pero no hizo falta dar explicaciones, había olvidado que mi jefe estaba de vacaciones.

viernes, 29 de abril de 2011

Placer irreal

“Está bien, ven a buscarme”. Este mensaje sorprendió a Jesús “me dijo que sí, por fin aceptó” pensó. Después de meses de rogarle a Natalia ella aceptó su invitación a perder el miedo, a arriesgarse con él.

Todo tenía que ser especial, porque ella era realmente especial. Una mujer que parecía inalcanzable, a la que muchas veces le había pedido una oportunidad y ella sin pensarlo había respondido “no”.

La situación sentimental de Natalia lo complicaba todo, su esposo no le permitía respirar, ni siquiera pensar, la presión la hacía sufrir, estaba presa e inconforme, a pesar de que él le daba todo, la llenaba de lujos, detalles y cumplía cada uno de sus caprichos.

Con Jesús se sentía libre, aunque solo compartían algunos mensajes de texto y llamadas cortas. No habían besos, ni caricias, solo la promesa de cumplir esas fantasías en algún momento.

La cena fue perfecta, en una terraza con vista al mar, que esa noche parecía tan tímido como Natalia. “Eres una mujer muy hermosa” le dijo Jesús, y ella cortante le respondió “lo mismo le dirás a todas”. Se fueron dos horas entre risas, historias y cumplidos. Ya el vino estaba causando efectos en los dos.

Entre una cosa y otra, sin que lo esperaran, llegó el primer beso, que los hizo abandonar esa terraza y entrar al departamento que estaba perfecto para la ocasión. Miles de flores, olor a chocolate, luces tenues… algo que ella no esperaba puesto a que llegó al lugar con los ojos vendados.

Siguieron besándose, incluso mientras caminaban hasta la habitación de Jesús. Poco a poco se despojaron de sus ropas, sin separar sus labios ni un segundo, no querían dejar de saborear esos besos prohibidos.

El instinto animal se apoderó de ambos, no había tiempo para ser tiernos. Los besos subieron la intensidad y ya la erección de Jesús estaba en su punto máximo. Natalia no dejaba de jadear, solo de pensar que pronto sería suya… nunca había estado con otro hombre aparte de su esposo.

Jesús recorrió con sus labios el cuerpo de su “inalcanzable” mujer, se embriagaba con su sabor y su dulce olor. Ella temblaba de ganas, pero no se atrevía a pedir más por temor a ser etiquetada como una vagabunda. Cuando él se posó sobre su sexo húmedo bastaron segundos para que Natalia gritara y arqueara su espalda, que explosivo ese orgasmo.

Sin dejar de sentir las contracciones de su reciente orgasmo, Natalia montó a su hombre, y lo cabalgó al compás de sus gemidos, inclinada hacia él para no dejar de besarlo. Jesús estaba sumergido en el placer, ahora los senos de su amada estaban en su boca “eres divina”, con un dedo ella lo silenció “solo disfruta”.

Durante un rato las caderas de Natalia hicieron que Jesús vibrara, hasta que ya no pudo aguantar más y se corrió dentro de ella… nunca había sentido tanto placer.


La luz del sol pegó en su cara. Despertó desnudo y con dolor de cabeza, sin embargo recordaba la perfecta noche que había disfrutado. Volteó para ver a la hermosa flor que le regaló la mejor noche de su vida pero se sorprendió al no encontrarla.

Salió hasta la sala y le pareció que todo estaba diferente. No había flores, ni olor de chocolate, ni botellas de vino. Entonces su celular vibró en la mesa… en la pantalla estaba el nombre de Natalia. Y con lágrimas en los ojos leyó, luego del mensaje que le había enviado para invitarla a cenar “Jesús lo siento, pero hoy tampoco podré verte”

lunes, 25 de abril de 2011

En manos del dolor

Nos gustaba experimentar. En las últimas semanas habíamos probado con el sadomasoquismo y eso nos tenía extasiados. No poníamos límites en nuestros maltratos aunque esto a veces significara lágrimas. Cada vez me sentía más suya.

Esa noche nos atacó el hambre mientras él me llevaba a casa. Me sentía en una hoguera, necesitaba saciarme. Detuvo el auto en una calle sin salida, en medio de la lluvia.

Volteó a verme, vaya que me excitaba esa mirada, yo jadeaba de ganas y los vidrios comenzaban a empañarse. Él sabía que yo quería sexo salvaje y esa noche me daría algo inolvidable.

No mencionó ni una sola palabra, me lancé sobre él y comencé a besarlo con desesperación. Automáticamente sus manos fueron a mi cabello, me jalaba hacia atrás, separándome de sus besos, sin importarle el dolor que pudiera causarme con cada tirón que me diera. Sonreía maliciosamente “el que quiere besar busca la boca, ¿no?”

Nos pasamos al asiento de atrás y ahí comenzó mi tortura. Amarró mis manos con su correa, tan apretadas q las sentía frías. Mordió mis labios con tanta fuerza que me hizo sangrar, eso lo descontroló más. Sus manos tocaban mi cuerpo con desesperación y sus jadeos aumentaban al ver mi cara de sufrimiento, “¿eres mi zorrita?” me preguntaba mientras mordía mis brazos, “soy lo que quieras que sea para ti, pero maltrátame”.


Mis palabras hicieron efecto, desgarró mi ropa dejando sus dedos marcados en mi piel, sentí el miedo subiendo por mi espalda porque nunca había visto tanta crueldad en su mirada, sin embargo quería correr el riesgo, él era mi macho dominante.

Continuó besándome, saboreando la sangre de mis labios, sus dedos pellizcaban mis senos “me duele” le decía entre gemidos, “aguanta, aquí quien decide soy yo”. Sus manos bajaron hasta mi sexo desnudo, ardiendo de ganas por recibirlo, y comenzó a masturbarme con fuerza. Mis gritos lo volvían loco, notaba como se aceleraba su corazón “ya no aguanto más, quiero que me lo metas duro” le suplicaba en medio de gritos.

Sus manos tomaron mi cabello, acercando mi cara a su miembro a punto de explotar y comencé a ahogarme con sus embestidas violentas, me encantaba su sabor y ver su cara de placer, “mírame con tu carita de perra satisfecha, sigue mamando perrita”. Sus palabras me enloquecían.

Sentía que iba a acabar en mi boca, pero no era eso lo que él quería. Me acostó en el asiento y comenzó a rozar mi clítoris con su pene ardiendo “no aguanto más, ya deja de torturarme” alcancé a decir antes de que me silenciara con su mano. Automáticamente después lo sentí atravesándome como una lanza, mi divina tortura. Se movía salvajemente dentro de mí, y mis entrañas sufrían un extraño dolor “¿te gusta cuando te cojo así?”, y yo no tenía fuerzas para responder, solo asentía y veía su rostro borroso. Sus manos fueron hasta mi cuello y comenzaron a apretar, causándome mucho dolor. Mi orgasmo llegaba mientras sentía el hormigueo en la cara, esto no lo había sentido. 

Quise suplicarle que parara, pero era imposible, estaba abandonando mi cuerpo, ya no había vuelta atrás. Finalmente exhalé mi último suspiro.

miércoles, 6 de abril de 2011

Llegaremos hasta donde se pueda llegar



Desperté mareada, pensando en el rico sueño que acababa de tener. Igual que todas las mañanas, revisé las conversaciones en el BB chat y fue cuando me di cuenta de que no lo había soñado, allí estaban todos los mensajes probando que ese arrebato de pasión no era producto de mi imaginación.

Decidí saludarlo, pero no sabía qué decirle, menos después de una plática no muy común entre un jefe y su asistente. Miles de cosas pasaron por mi mente y al final solo le di los buenos días y pregunté algo relacionado a la oficina. Su respuesta fue cortante, incluso me sentí tonta por pensar que me respondería de otra forma, hasta que llegó otro mensaje… él tenía tantas ganas de mí como yo de él.

Una ducha no fue suficiente y además el calor no colaboraba. Pasé la mañana ansiosa aunque no iba a verlo, ambos teníamos planes totalmente diferentes, él iba a tatuarse, yo tenía pensado ir al teatro con unos amigos que no me confirmaron nunca su asistencia.

Iba en el taxi para no llegar tarde a la obra, el calor me tenía ahogada y el tráfico era insoportable, empezaba a sentir migraña, pero un mensaje me alivió por completo la tensión “al carajo mis planes, te acompañaré al teatro”. Mi corazón dio un vuelco y mi respiración se agitó, iba a salir con ese hombre interesante con el que nunca cruzaba más de una hora de conversación.

Llegué puntual al lugar de encuentro, me tocó esperarlo tomando un café. La brisa jugaba con mi cabello suelto y refrescaba mi cuerpo bajo el corto vestido amarillo que decidí usar. Él tardó unos 15 minutos en llegar, vestía sencillo sin caer en lo informal, un jean azul y una camisa verde de mangas cortas. Un leve escalofrío recorrió mi espalda cuando se acercó a saludarme y me rodeó con sus varoniles brazos, sentía que me derretía como un helado en el desierto.

Yo no quería hablar mucho, se notarían mis nervios al tartamudear, solo lo escuchaba y lo miraba disimuladamente, procurando que nuestros ojos no se cruzaran. En esas dos horas, que parecieron una eternidad, solo me dediqué a pensar en una pregunta que él me hizo en la madrugada “¿esto solo se quedará en ser una fantasía?”.

Me sacó de mis pensamientos al decir “ya debe estar por terminar la obra, ¿te parece si cenamos juntos?” asentí sin duda alguna, poder disfrutar de su compañía un rato más no me molestaba en lo absoluto.

Bajamos hasta el estacionamiento y mientras caminaba delante de él sentía sus ojos clavados en mi cuerpo, pero por más que traté de no voltear terminé haciéndolo. Me encontré con su mirada por primera vez y noté un destello de perversión acompañado de una sonrisa pícara, allí mismo comencé a temblar. Caballerosamente me abrió la puerta del auto rojo, donde entré y me quedé esperando esos breves segundos que lo pondrían de nuevo a mi lado.

Eran casi las 08:00pm, el calor se había evaporado un poco y las calles estaban vacías. Durante el trayecto sentía mi piel erizada por el aire acondicionado pero no me quejé. Hablamos de algunos proyectos finalizados con éxito en la oficina y sobre los planes que teníamos a corto plazo, aunque yo no estaba interesada en tocar asuntos laborales, ya bastaba del estrés semanal. Ocasionalmente ponía su mano en mi pierna y yo suspiraba en silencio, quería que me besara pero no lo hacía, y yo tampoco me atrevía.

Cuando llegamos al restaurante nos sentíamos fuera de lugar, en realidad no era allí donde deseábamos estar, sin embargo nos quedamos por un largo rato. Cenamos, nos conocimos más, nos reímos y brindamos “por ti” dijo él, “por nosotros” dije yo y le sonreí. Después de eso se prolongó el silencio, yo pensaba “metí la pata, ya que coño” y de pronto me dijo “nos vamos, ya no aguanto un minuto más”.

No habíamos llegado al carro cuando me giró hacia él “serás para mí” me dijo, yo estaba lista para que me arrancara la ropa pero ahí no se podía. Salimos lo más rápido posible con el calor brotando de nuestras entrañas. El camino hacia el hotel se hizo corto y en fracción de segundos estábamos en esa habitación de luz tenue. Lo primero que pasó por mi mente fue la frase que le dije en la madrugada “llegaremos hasta donde se pueda llegar” y hasta ese lugar nos llevó la noche.

Me besó con intensidad mientras bajaba el cierre de mi vestido. Mis manos acariciaban su cara, no podía creerlo, estaba a punto de hacer el amor con mi jefe, el hombre que parecía siempre tan indiferente ante mi presencia. Me tomó de la cintura y dejé de sentir el piso, fue instintivo abrazarlo con mis piernas, todo sin dejar de besarlo.

Entre caricias me llevó hasta la cama, donde terminó de desnudarme. Me contemplaba casi sin parpadear, seguía besándome, ahogando mis suspiros. Todo era muy intenso, me mordía con desesperación y yo no dejaba de gemirle al oído, eso aumentaba su excitación. Ya estaba suficientemente lubricada, por esto me pudo penetrar con facilidad, sin embargo sentí un dolor placentero que me hizo gritar.

El salvajismo fue el protagonista de nuestras escenas frente al espejo y yo no le negaba nada. Ejercer el rol de sumisa me volvía loca y a él le encantaba dominarme. Amarró mis manos, sentía que iba a partir mis muñecas y aún así le pedía más. Sus dedos se enlazaban en mi cabello halándome hacia él, que me susurraba al oído “dime que eres toda mía”. Mi excitación aumentaba y entre gemidos decía “solo tuya, hago todo lo que me pidas”.

El cansancio no llegaba, el hambre sexual de ambos era insaciable. “Eres divina” repetía constantemente, “y tú eres mío” le respondía yo.

Una ola de calor entró por mis pies, sentía hormigueo en todo el cuerpo, un grito ahogado y espasmos en mi cuerpo terminaron de hacerme suya, este orgasmo me ponía su marca personal, ahora le pertenecía.

Él seguía estimulándome, y yo haciendo uso de todas mis técnicas para conseguir eso que me faltaba. Finalmente acabó para mí, frente a mi cara de pervertida.

“Mientras existiera la fantasía desearíamos cumplirla” me dijo mientras mordía mi espalda, yo voltee mi cara “te dije que llegaríamos hasta donde tendríamos que llegar, y vaya que fuimos lejos”