viernes, 8 de enero de 2016

El hombre con aroma a café



Pasaron meses para descubrir (o más bien aceptar) que me sentía atraída (sexualmente) por un hombre al que veía todos los días.

No sabía su nombre, solo puedo decir que ronda los treinta y pocos y que fácilmente podía pasar desapercibido entre la gente que transita la calle.

Siempre llegaba a ese café riendo estruendosamente, queriendo llamar la atención y diariamente hacía el mismo pedido "Un latte de vainilla y dos galletas de mantequilla, por favor". El joven sonreía timidamente mientras entregaba la orden.

La última noche que lo vi olía a lluvia. Algunas gotas repicaban en el vidrio de mi carro mientras me echaba perfume. Tenía esa costumbre de querer dejar mi huella aromática por donde pasara.

Al pasar por la esquina donde estaba ese café, lo vi. Estaba esperando un taxi mientras fumaba un cigarrillo. En ese instante me pareció tan irresistible que no pude evitar detenerme para ofrecerle llevarlo hasta su casa.

Tras negarse en dos oportunidades, logré convencerlo de subir a mi carro. Busqué romper el hielo hablando del clima y de lo inusual que era ver las calles vacías un viernes por la noche.

Al tenerlo tan cerca pude notar que olía a café. Notas del embriagador aroma me quitaban el sueño automáticamente y me hacían pensar si ese perfume se acentuaba en ciertas zonas.

Luego de conducir una hora, aproximadamente, llegamos a su casa. Se mostró muy agradecido y me invitó a pasar "entremos a calentarnos, esta noche será fría". Me sorprendió el atrevimiento pero pensé que solo era una forma de pedirme que tomáramos algo. Igual no tenía más planes que ir a mi apartamento a comer helado y a ver películas románticas con mi gato.

Entramos y al estar frente a frente solo reinaba el silencio "¿puedo olerte? me encanta el aroma del café" le dije. Él accedió a mi petición y entonces me acerqué hasta su cuello y aspiré profundamente... al cabo de un rato no pude resistirme a besarlo.

Se separó sorprendido "¿Por qué lo haces?" Me encogí de hombros y me sonrojé; creo que algo así nunca me había pasado "Se supone que yo debía besarte a ti" Se lanzó sobre mí y, en una mezcla de dulzura y ansiedad, nos besamos desesperadamente. Ese era mi momento, el hombre al que deseaba en secreto al fin sería para mí.

Tal y como lo esperaba, casi todo en él olía a café: su espalda, su abdomen, sus piernas... me embriagué en cada milímetro de su piel. Sus caricias eran profundas, como si no quisieran dejarme ir de sus brazos.

Su lengua trazaba un mapa en lo más sensible de mi ser: en mis senos, en mi vientre y en toda mi feminidad. Gemía como nunca ante sus roces "hazlo así, me encantas". 

Cuando alcancé el clímax siguió besando mis muslos durante un instante que me pareció eterno... nuevamente estaba lista para él.

Se puso sobre mí y me penetró lentamente... divina tortura que casi me hacía acabar. Se movió fuerte y sus gotitas de sudor resbalaban entre los dos. El olor a café se hacía más intenso en cada embestida.

Sentí como su cuerpo se contraía y vi enrojecer su rostro... al sentir su esencia dentro de mí, me dejé llevar por el placer y suspiré.

La luz de la mañana se filtró por una de las ventanas. Aún estaba a mi lado profundamente dormido. No quise despertarlo y por eso salí a hurtadillas de su casa.

Al final de la tarde se me antojaba mi latte de vainilla al salir del gimnasio (en realidad tenía ganas de verlo a él) pero al llegar al café me atendió una muchacha bajita y regordeta... asumí que estaría libre, por eso pasé cada día por casi un mes y nunca más volví a verlo.

No me atreví a ir a su casa... preferí quedarme con el recuerdo de mi enigmático hombre que olía a café