martes, 14 de junio de 2011

Que todos lo sepan

Mientras llenaba mi agenda de la semana lo estaba pensando, había estado sospechoso desde hace unos días. Atribuí su comportamiento a mi indiferencia, sus constantes celos me tenían de mal humor.

“Buenos días”

Al escuchar esa voz no me atreví ni a levantar la mirada, no sabía cómo, pero él estaba en mi oficina, ¿qué demonios pretendía? “pero que falta de educación señorita, yo que hago lo posible por verte y así me recibes” caminó hasta mi escritorio y me tomó por la barbilla, obligándome a verlo “¿qué haces aquí?” mis palabras fueron entonadas casi en un susurro. Todo mi cuerpo temblaba, no sabía cuáles eran sus intenciones pero estaba segura de que no eran buenas… “vine a verte… vine a dejarle claro a todo el mundo que eres mía, y que nadie puede acercarse a ti, en especial al tipo ese con el que tanto te ríes”. El escalofrío subió por mi espalda y luego bajó hasta mi vientre convertido en una oleada de calor, mi cuerpo temblaba y mi respiración se aceleraba, pero no debía demostrárselo, tenía que sacarlo de ahí antes de que se pusiera creativo “podemos hablar esto en otro momento, este no es el lugar adecuado”, lo vi fruncir el ceño y alejarse hasta la puerta, pero no pretendía irse, solo la cerró y puso el seguro.

“No vayas a gritar Diana, no vayas a gritar” era lo único que pensaba cuando sentía sus manos quitando mi ropa mientras me besaba, era difícil contenerme porque él me estaba haciendo todo lo que siempre me había gustado. Cuando mis tacones eran lo único que quedaba de mi vestimenta me volteó y amarró mis manos a mi espalda “vas a gritar, todos sabrán que eres mía”. Mi pecho sintió las hojas que estaban sobre mi escritorio y mi cara se apoyó sobre el teclado de mi computadora. De reojo pude verlo desnudándose. Muchos días habían pasado desde la última vez que tuvimos sexo, extrañaba ver su cuerpo, tan masculino y dispuesto a regalarme muchos instantes de placer absoluto. Ahora estaba ahí, en mi oficina, a punto de hacerme suya, sin importarle las consecuencias.

Sentí su lengua recorriendo mi espalda, lentamente hasta llegar a mi cuello, su voz en un susurro casi imposible de entender me pidió que disfrutara, que me entregara a él como nunca lo había hecho. Sus besos tenían un sabor diferente, y sus manos, eran tan suaves y sabían exactamente como tocarme. Cerré mis ojos y me volví esclava del placer que me hacía sentir… poco a poco me olvidé de ser la intachable jefa, la que nunca cometía un error, la que todo lo tenía bajo control. Ahora me estaba entregando a él, cumpliendo sus deseos.

Mis piernas temblaron al recibirlo y un gemido salió de mis labios. Con cada embestida sentía que se me iba la vida… ahora solo podía gritarle q no parara… “Di que eres solo mía, que me perteneces” me susurraba mientras sus manos castigaban mis nalgas… “SOY TUYA, SIEMPRE SERÉ TUYA Y DE NADIE MÁS”.

Nuestro orgasmo llegó al unísono, mientras él me tenía cargada y pegada contra la pared… los gemidos traspasaron las paredes y el sudor bañaba cada rincón de nuestros cuerpos, el mejor polvo de mi vida.

Terminamos de vestirnos casi al mismo tiempo. Ahora empezaba a caer en cuenta de dónde estaba “¿y ahora con que cara salgo de aquí?”, él me silenció con un beso “eso no es mi problema… esto es para que recuerdes que solo puedes ser puta conmigo” y salió de mi oficina con una sonrisa triunfal ante las miradas atónitas de mis compañeros.

5 comentarios:

  1. Me encanta eres tu en tus relatos muchas felicitaciones 100 ptos.

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  2. Uffff!!!

    Por qué las protagonistas de tus relatos no viven en el mundo real???

    #damn!

    EXCELENTE!!! wow!!!

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  3. HDP!!! yo le hubiera cortado el pipí, lo juro.

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  4. Uno de mis favoritos. Que todos los sepan, tú eres mío.

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