lunes, 25 de abril de 2011

En manos del dolor

Nos gustaba experimentar. En las últimas semanas habíamos probado con el sadomasoquismo y eso nos tenía extasiados. No poníamos límites en nuestros maltratos aunque esto a veces significara lágrimas. Cada vez me sentía más suya.

Esa noche nos atacó el hambre mientras él me llevaba a casa. Me sentía en una hoguera, necesitaba saciarme. Detuvo el auto en una calle sin salida, en medio de la lluvia.

Volteó a verme, vaya que me excitaba esa mirada, yo jadeaba de ganas y los vidrios comenzaban a empañarse. Él sabía que yo quería sexo salvaje y esa noche me daría algo inolvidable.

No mencionó ni una sola palabra, me lancé sobre él y comencé a besarlo con desesperación. Automáticamente sus manos fueron a mi cabello, me jalaba hacia atrás, separándome de sus besos, sin importarle el dolor que pudiera causarme con cada tirón que me diera. Sonreía maliciosamente “el que quiere besar busca la boca, ¿no?”

Nos pasamos al asiento de atrás y ahí comenzó mi tortura. Amarró mis manos con su correa, tan apretadas q las sentía frías. Mordió mis labios con tanta fuerza que me hizo sangrar, eso lo descontroló más. Sus manos tocaban mi cuerpo con desesperación y sus jadeos aumentaban al ver mi cara de sufrimiento, “¿eres mi zorrita?” me preguntaba mientras mordía mis brazos, “soy lo que quieras que sea para ti, pero maltrátame”.


Mis palabras hicieron efecto, desgarró mi ropa dejando sus dedos marcados en mi piel, sentí el miedo subiendo por mi espalda porque nunca había visto tanta crueldad en su mirada, sin embargo quería correr el riesgo, él era mi macho dominante.

Continuó besándome, saboreando la sangre de mis labios, sus dedos pellizcaban mis senos “me duele” le decía entre gemidos, “aguanta, aquí quien decide soy yo”. Sus manos bajaron hasta mi sexo desnudo, ardiendo de ganas por recibirlo, y comenzó a masturbarme con fuerza. Mis gritos lo volvían loco, notaba como se aceleraba su corazón “ya no aguanto más, quiero que me lo metas duro” le suplicaba en medio de gritos.

Sus manos tomaron mi cabello, acercando mi cara a su miembro a punto de explotar y comencé a ahogarme con sus embestidas violentas, me encantaba su sabor y ver su cara de placer, “mírame con tu carita de perra satisfecha, sigue mamando perrita”. Sus palabras me enloquecían.

Sentía que iba a acabar en mi boca, pero no era eso lo que él quería. Me acostó en el asiento y comenzó a rozar mi clítoris con su pene ardiendo “no aguanto más, ya deja de torturarme” alcancé a decir antes de que me silenciara con su mano. Automáticamente después lo sentí atravesándome como una lanza, mi divina tortura. Se movía salvajemente dentro de mí, y mis entrañas sufrían un extraño dolor “¿te gusta cuando te cojo así?”, y yo no tenía fuerzas para responder, solo asentía y veía su rostro borroso. Sus manos fueron hasta mi cuello y comenzaron a apretar, causándome mucho dolor. Mi orgasmo llegaba mientras sentía el hormigueo en la cara, esto no lo había sentido. 

Quise suplicarle que parara, pero era imposible, estaba abandonando mi cuerpo, ya no había vuelta atrás. Finalmente exhalé mi último suspiro.

7 comentarios:

  1. BRUTAAAAAL!

    Me leí esto desues de comer y casi me da una embolia con lo vertiginoso y wild del asunto!!!

    JEJEJEJE

    200% RECOMENDADO!!!

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  2. Ay chiamo.. Cojonera Femenina!! XD jajajajajaja verga que escrito tan bueno! excelente!! de verdad, mis felicitaciones! me imaginé siendo la protagonista del relato..! te botaste!

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  3. De la Hostia.... excelente. Lo recomiendo mil veces. Magnífica la forma de llevar la narrativa.

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  4. O.o... sin comentarios (este es el tipo de relatos que me encantan)...

    oops, si tuve comentario XD

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