martes, 24 de mayo de 2011

Secretos


Cada quien tiene derecho de rehacer su vida, pero a mí no me daba la gana de que eso pasara, por eso le hice la vida imposible a los pocos novios que tuvo mi madre después de la muerte de papá. Siempre he sido malcriada y caprichosa, y ninguno de esos pendejos lo iba a cambiar.

“Mariana, esta noche viene a cenar alguien. Estoy saliendo con él y es muy importante para mí, por favor hija, te pido que seas amable” me dijo mi madre en un tono casi suplicante, a lo que respondí “ah, entonces déjame ir a buscar las serpentinas y papelillos para el recibimiento”. Me fui a mi cuarto y tiré la puerta con todas mis fuerzas “otro imbécil” pensé.

Vi a mi mamá arreglándose para la cena, no puedo negar que estaba muy bonita, hasta ropa nueva compró… el tipo debía ser importante, pero igual iba a hacer todo lo posible para que se ladillara, aquí se juega con mis reglas.

Bajé hasta la puerta cuando sonó el timbre, mi mamá no estaba lista y me tocaba recibir y atender al invitado especial. No era lo que yo esperaba, más bien se adaptaba al tipo de hombre que me gustaría tener, un italiano como de 1,85 de alto y un cuerpo bien formado, su piel blanca estaba tenuemente bronceada, su cabello era un poco largo y castaño claro, vestía muy informal y estaba despeinado. Sabía que era más joven que mi mamá, pero no pensé que tanto. Su varonil voz interrumpió el silencio “Mariana, eres más bonita de lo que dice tu mamá, yo soy Gianmarco” luego de esto me regaló una sonrisa que me hizo tartamudear “hola, mmm, mi mamá aún no está lista, emmm, te toca esperar un rato… ¿quieres algo de tomar?” mi hostilidad había desaparecido por completo “tranquila nena, así estoy bien”.

La cena transcurrió con una atmósfera de incomodidad, mi mamá sentía tensión porque esperaba una mala actitud de mi parte, Gianmarco casi no hablaba, y yo solo jugaba con la comida… las horas pasaron lentas.

Entré a mi cuarto apenas el novio de mi mamá se fue, necesitaba calmar mis ansias de inmediato, ese hombre había despertado mi deseo. Me masturbé con rudeza, mi humedad no me permitía sentir dolor. Mis gemidos se ahogaban en mi almohada que, quizás por mi propia imaginación, olía al perfume de ese italiano que era el protagonista de mis fantasías. Lo quería para mí, no me importaba si mi madre tenía que convertirse en mi rival.

Las visitas de mi objetivo eran más constantes. Mi mamá estaba feliz porque era la primera vez que no me comportaba de forma grosera con uno de sus pretendientes, mientras tanto Gianmarco nos llenaba a ambas de bonitos detalles. Los celos me tenían enferma, aunque debo confesar que siempre los regalos más bonitos y costosos eran para mí… sabía que no le era indiferente.

Las miradas eran disimuladas pero siempre estaban presentes. Me le insinuaba, a veces muy descaradamente, y eso no me importaba, mi mamá estaba muy ocupada para notarlo, y era muy ingenua para imaginarlo. Gianmarco trataba de ocultarlo pero sus gestos lo delataban, me deseaba, lo veía en sus ojos y marcado en sus jeans… solo faltaba que se diera la oportunidad para dar rienda suelta a nuestra pasión, pero ¿cuándo llegaría ese momento?... la espera me estaba enfermando.

Mi mamá es una mujer muy ocupada, y por su trabajo le tocaba viajar mucho. No le gustaba dejarme sola pero ahora Gianmarco podía ir a la casa un rato todos los días para ver que todo marchara bien conmigo. Mi oportunidad había llegado.

Gianmarco ya tenía llaves de la casa, y yo había calculado a que hora llegaría. “Mariana, ¿dónde estás?” lo escuché decir apenas la puerta se cerró detrás de él, “ven hasta la cocina, aquí estoy”. Su cara fue de sorpresa al verme sentada en el mesón de mármol. Solo tenía una mínima franela blanca con la boca de los Rollings Stones, y unos cacheteros morados, mi cabello estaba húmedo y mis uñas rojas jugaban en mis piernas “acércate, yo sé que querías ver esto”. Creo que no pasaron ni cinco segundos y él ya estaba frente a mí “nena, ¿por qué haces esto?” y sus besos no me dejaron responder, sus manos se enredaron en mi cabello mientras yo rodeaba su cuello… sentía que pronto perdería el control, ese hombre me excitaba como ninguno.

Le quité la camisa lo más rápido que pude, y al ver sus pecas fue imposible evitar morderlas. Así marqué sus brazos, su pecho, sus hombros y su espalda, él no me prohibía nada. Mis piernas se enrollaban alrededor de su cuerpo y ya mi humedad pasaba de la tela morada que cubría mi vagina “que caliente eres Mariana, veamos como te siente mi lengua” me susurró mientras me acostaba en el frío mesón. Me quitó el cachetero y comenzó a lamer mi sexo con desespero, mis gemidos comenzaron con suavidad y se convirtieron en gritos desenfrenados al sentir como sus dedos entraban en mí y su lengua jugaba con mi clítoris, mi primer orgasmo llegó haciéndome temblar “penétrame ya, te quiero sentir, hazme tuya” le supliqué entre gemidos. Me llevó cargada hasta el mueble de la sala, y allí, frente a mis ojos, terminó de desnudarse. Lo miré a los ojos y sin palabras acerqué mis labios hasta su pene que solo esperaba sentirme. Lo lamí y succioné con firmeza, metiéndomelo todo en la boca, subía la mirada para ver su cara de satisfacción y él solo susurraba “eres increíble carajita, no pares”… no tenía intención de sacarlo de mi boca, pero fue Gianmarco quien poco a poco me separó. Se acostó en el mueble “móntame, quiero ver si solo te mueves rico cuando bailas” obedecí y me subí sobre él… mientras mis caderas subían y bajaban, me quité la camisa. Sus manos comenzaron a jugar con mis senos y esto me hacía mover con más salvajismo. Disfrutaba al ver su cara de placer, sus mejillas estaban rojas y sus labios entreabiertos “¿dónde quieres que te acabe?”, al oír esto me giré y quedé dándole la espalda, sacó su miembro y se masturbó con mis nalgas, lo sentí corriéndose para mí, allí lo quería.

Una semana después mi mamá regresó a casa, su cara mostraba sufrimiento y unas ojeras que indicaban noches de insomnio “Gianmarco se enamoró de otra, y aunque sabe que esa maldita mujer nunca será para él igual decidió abandonarme y se fue lejos, muy lejos”. Me sentía triunfadora, él tampoco sería para mí, pero lo había separado de ella “bueno mami, tan bueno que se veía y fíjate que también tenía su secreto bien guardado”

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